El fin comenzó el día en que Mashenka descubrió que estaba harta de mirar desde arriba al oso. Las urracas no entran en detalles, pero una de ellas, vieja como Herodes, ha comentado de reojo antes de renquear hasta su roble que al fin y al cabo todos sabían que tarde o temprano ese amor se llenaría de pelos.
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¡Habla, pueblo de Aura!