―¡Pototo, suéltame ya, mira que me tienes lleno!― decía mi papá.
―¿Pero por qué, Filomeno, si Pototo no ha hecho ná'? ―ripostaba yo, y los dos nos reíamos a carcajadas.
Tener cuatro años, un héroe, un montón de recuerdos heredados y cierta gracia monil, eso es lo único que hace falta para ser completamente feliz. Y paciencia, mucha paciencia.