En la mesa vecina hay una familia con dos niños morenos y ojerosos. Un señor, planchadito y risueño, se acerca y les hace maromas. "¡Sois dos bichuchos!", les dice. "¡A que sí, a que sois dos bichuchos!" Uno de los niños atisba una sonrisa pero el otro mira al señor con aires de suficiencia: de ninguna manera es él un bichucho. El señor se va alegremente y el niño antipático, al verlo alejarse, se mete en la boca todo el salero y comienza a menearse como un poseso. El niño bichucho ríe.
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¡Habla, pueblo de Aura!