De todo lo interesante que allí se dijo, ésto es lo que mejor recuerdo porque fue una lección de vida o, mejor dicho, la confirmación de que uno de mis mantras no andaba, como yo misma tendía a pensar a veces, totalmente errado. El pensamiento ha de mutar, las ideas han de transformarse sin que por ello aparezca la culpa, porque cambiar de opinión no es cambiar de moral o de sentimientos: es sencillamente evolucionar mentalmente. O involucionar, si tiene uno muy mala suerte -esto también ocurre.
Victor Hugo describía al obispo Myriel como un hombre que no negaba nada, ni siquiera los fantasmas; tampoco aseguraba nada, ni siquiera los milagros. Esa ventana abierta a la duda es, para mí, imprescindible. No estoy tan convencida de nada que una razón de peso no pueda cambiar; no tengo ideas fijas; no creo que lo que pienso y digo va a misa: si algo me han enseñado los años es que cada gato tiene cinco patas. Esto me ha hecho humilde: escuchar las opiniones de los otros y masticarlas es, más que necesario, vital; lo contrario conlleva ir por la vida haciendo papelazos.
Así pues, dejo por aquí estos tres documentales, que son lo mucho que he visto últimamente porque mi tiempo es pequeñito, pero que me parece que valen la pena. A mí, la hija de Tula y Freddy, con todos sus 160 cm de melena e ironía; ingenua a veces, pero buena gente.
Cómo siempre, muy bueno Mariana!
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