La leona, amarilla y escuálida, ruge al sol de mediodía. Un hombre joven se acerca y la observa a través de los barrotes. De repente, le apunta con su paraguas; el dedo simula un gatillazo y de los labios sale el disparo imaginario y letal: "¡pum!"
"Qué pena", le digo. "Si el mundo anduviera al derecho tu paraguas sería un rifle, y ella estaría suelta. ¿Cómo crees que te iría?"
Él me mira con gesto huraño pero no responde. Se aleja unos pasos, hacia donde lo espera una muchacha de piernas muy flacas que lleva un bebé en sus brazos.
"Esa parece yuma, pero no es yuma ná...", le dice él, y ella me mira de soslayo. Yo miro a la leona. La leona mira al mar.
Cuba, Julio de 2013
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