“Ana Iris once asked me if I loved him and I told her about the
lights in my old home in the capital, how they flickered and you never
knew if they would go out or not. You put down your things and you
waited and couldn't do anything really until the lights decided. This, I
told her, is how I feel.”
Y hay un momento, tan temprano en la mañana que ni siquiera los cuervos han despertado a derechas, en que tienes en la boca el sabor abrasante del café de la sierra, y pegada a la piel la seda del kimono, y en el oído el ronroneo del radio y en la esquina de los ojos las estrellas de adviento en las ventanas del vecindario, suaves y blancas, y entre las piernas un gato cincuentón, y en las manos un puñado de historias cortas que te acarician las neuronas con el cinto, y piensas que momentos así tendrían que poder comprarse en el kiosko de la esquina, junto con un piropo del polaco y el diario de este día, hace cien años, pero no hace falta porque es gratis, completamente gratis, como un pinchazo o un grano o la luna, y es entonces que sonríes.
Muy buen libro, y leerte a ti casi mejor. Saludos desde Alemania.
ReplyDeleteEstoy de acuerdo, es lo mejor que he leído en mucho tiempo. Mil gracias por tu cumplido, y por pasar; espero que se repita la visita. Saludines.
DeleteMariana