Llegué al blog de
Jon Crispin siguiendo
este hilo, y ahora no puedo salir aunque me convendría mucho, porque siento que voy dejando astillitas de corazón en cada habitación de esos manicomios que retrata.
Cuan penosos somos, buen Dios.
Algunos de los enseres pesonales de la maleta de Dymtre, uno de los reclusos del manicomio Willard. El perro de madera le está haciendo guiños a todas mis lágrimas.
Lo mismo me ha pasado, lo he dejado porque estoy en el trabajo pero con pesar, el mismo que con seguridad vivieron estos pobres.
ReplyDeleteQue bajos somos los humanos en ocasiones.
Es descorazonador.
DeleteLa historia de personas perdidas, abandonadas en manos de los bata blanca y sus juegos miserables...
ReplyDeleteA usted le debo haberla leído. Gracias mil, y gracias también por pasar.
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