Tiene mi edad y es grande y rubia y nacarada y va vestida de rosa pálido. Charla incesantemente sobre sus niños y su escuela y su marido y el trabajo y las fiestas navideñas que ya están -¿no es fantástico?- a la vuelta de la esquina y ríe con un gorjeo dulce y ronco que estremece su pecho de paloma. Si le digo que me arden las cuatro medias lunas que me dejó en el muslo, junto a la macha de café, la noticia de la niña que intentaron raptar ayer, me mirará con asombro azul a través del cristal y seguirá hablando, hablará más, volverá a hablar de cualquier cosa que no llegue al rojo.
Mejor así.
Hueca.
ReplyDeleteYo me alegro por ella. Si todo el mundo amamantara sus demonios con la misma frecuencia que yo andaríamos aún más jodidos de lo que andamos. O no, dependiendo de la voracidad.
Delete