Una florecilla, no azul, tampoco nos pasemos, pero florecilla a la postre, arriscada, intrépida, suicida, pies hundidos en el asfalto de la acera, nariz pegada al revestimiento de la pared, en medio de olores a gasolina y meada de perro, pugnaba por trepar a lo largo del canalón, a la izquiera de la puerta de entrada que daba a la calle.
Ella, para ayudarla, la había provisto de una etiqueta que ostentaba su nombre en latín, como en un auténtico jardín botánico.
Retratos de una ex.
Delicioso.
ReplyDelete¡Que te veo Mariana, que te veo!
Venir? ;))
ReplyDeleteVenir, como aquella de Amauri. ¿Recuerdas? Aunque, eso ya sabes que no se consigue así como así.
ReplyDeleteYa nos pondremos para esa tarea. Días grises y con nieve nos sobrarán. ;)
ReplyDeleteMariana, no quieres ser canción?
ReplyDeleteEs lo único que he querido ser. Pero qué trabajo cuesta, querida.
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