Hace un año le comentaba a mi hija que valía la pena estar en su clase no más por tener un maestro tan buen mozo. Hoy me toca explicarle que a veces la tristeza es más fuerte que el sentido común, que basta un minuto de desesperación para decidirse por la muerte, y que el tejado rojo que vemos desde nuestra casa ya nunca más será el mismo.
Odio ponerle tonos razonables al absurdo. Lo odio de veras.
Como te dije antes, es siempre difícil explicar la muerte, más cuando es tan terrible.
ReplyDeleteCuanta desesperación es necesaria para que una decisión así prime ante lo racional. ¡Pobre hombre!
Espero que tu nena no se lo tome muy mal.
Un abrazo.
Le resulta muy difícil entender cómo pudo sonreír el viernes cuando llevó a la clase de excusrión y luego suicidarse durante el fin de semana. Los niños no dominan el arte de enmascarar del corazón.
ReplyDeleteMe ha conmovido la visión del tejado rojo, duele. Es jodido perder la inocencia de golpe y porrazo. Abrazos, María
ReplyDeleteCreo que se convertirá en una de esas espinitas que quedan cuando crees que ya te las has sacado todas, y que pueden amargarte días enteros con su escozor. Mil abrazos de vuelta.
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