Llegaba entonces la fase en la que aun las palabras más hirientes resultaban demasiado humanas para expresar su rabia. Una cortina de acero, una capa de plomo parecía envolverle el cuerpo, su expresión se solidificaba en una especie de máscara vengativa y dolorosa al mismo tiempo, y se quedaba allí, vacilando lentamente, mirándote sin verte, con duras bolas de lágrimas en los ojos, los brazos colgantes, puños cerrados, nudillos blancos, más encorvada, daba la impresión, y por ende más voluminosa que de costumbre. Y así, de una cosa dulce, maleable, dúctil y grácil, se metamorfoseaba, por una brutal vuelta hacia atrás, en lo que era el mineral antes de rodar a los crisoles (una deforme ganga terrosa) o, por un salto no menos brusco, pero hacia adelante, en lo que sería después: una puerta blindada. (...) Me dejaba estupefacto. Allí, ante mis ojos, la cierva de los pies ligeros, mi Cantar de los Cantares, acababa de transformarse en la mujer de Lot, en un mundo para mi desconocido balbuceando palabras inconexas.
Retrato de una ex. Jean-Luc Benoziglio
No comments:
Post a Comment
¡Habla, pueblo de Aura!