“But Paris was a very old city and we were young and nothing was simple there, not even poverty, nor sudden money, nor the moonlight, nor right and wrong nor the breathing of someone who lay beside you in the moonlight.”

E. Hemingway.
"París era una fiesta"


Sunday 9 May 2021

Cartas quemadas

Te he encontrado hoy.
Una chica extraña colgaba 
de tu brazo.
¿Las coleccionas aún? ¿Y dónde?

Claro que era joven
Y brillante y nueva
Con piernas de cervatillo y peinado recién hecho.

En pocas palabras, una de esas
con que adornas tus noches en el bar.

Y está bien que así sea, 
por los dioses.
Yo siempre el espíritu, tú la carne.

Pero sabes, iba a escribir otra cosa.
Algo sobre el corazón, 
porque me duele.

Allí ibas a descansar, 
de vez en cuando.
Un poco mío, y cercano y vivo.

Ahora ya no estás, y sigues 
escapándote de mis manos, 
cuando ya están vacías.

Debí detenerme, obligarte a mirarme 
Decirte "¡No me dejes!"

Hacer una escena, gritar
 desesperada.
Quizás habría ayudado, quizás no.

Pero amor, unas horas más, 
cuando 
es la eternidad lo que pretendo 

¿para qué? Mejor te vas en paz
y para siempre, y llévate a tu chica.

Y a mí que no me vengan 
con reproches
En el fondo siempre he amado las derrotas.

Inger Hagerup (1905- 1985) Poetisa y traductora noruega, considerada una de las mejores liricistas del pasado sigo.  "Cartas quemadas" pertenece al libro "La huída a América", publicado en 1941.


Sunday 2 May 2021

Los gallos no saben cantar sobre la nieve


He despertado sobresaltada, y he pensado primero en los gatos, y luego en la urracas del pino, y más tarde en el perro del vecino, que adolece de los nervios, pero al final he reconocido su voz, afilada por la rabia, gritando cada vez más alto frases que comenzaban invariablemente con «yo».

La conozco bien. Sé que su feminismo acérrimo no conoce paliativos, y está tan convencida siempre de llevar razón que ni siquiera se plantea las esquinas del corazón. Que cita a la Plath y a la Atwood como si las conociera del barrio. Que va descalza en verano, y fuma cigarros de carretero.


 
Sé que no se echa a llorar como yo, después de cinco minutos de discusión, ni carga luego con las culpas propias y ajenas, como yo; que no se avergüenza como yo, hasta el hueso, de cualquier palabra dura que haya pronunciado aunque fuera necesario; que no hace actos de contrición, ni vuelve a amar, como yo.

Y aún así, mientras escucho la piqueta de su voz hacer astillas la calma húmeda de la madrugada de un jueves que aún huele a nieve, prefiero mi fragilidad; de un puño cerrado no comen los pájaros.

«No me grites, que no hay por eso más razón en lo que dices», cantaba alguien allá por los ochenta, en Cuba, en otra vida. Quiero creerlo.