pero no tanto como para empezar a restarle al deseo.
El amor no solo debe de estar en los cuerpos
también en el espacio que los separa.
Que el aire que respiras te sepa ella,
de un modo tan profundo
que tengas la sensación de estar besándola
pero sin el beso.
Lo primero es quitarle la camisa
pero no con la violencia con la que se abre un regalo
suave, como si algo pudiera explotar allí dentro.
Luego le tocaría al sujetador
y el click debe sonar como un acorde
que el sonido te recuerde al comienzo
de su canción favorita.
Intuyo que debe ser muy difícil
ignorar su espalda desnuda
pero haz un esfuerzo.
Lo siguiente es recogerle el cabello
hasta que su nuca parezca un espejo.
(Si ya lo tiene corto es un paso que te ahorras
y yo lo envidio)
Suspira cerca de su cuello,
esto no hace falta que lo memorices
en estos apartados confío ciegamente en la inercia.
Acto seguido, también por inercia,
visita su oído izquierdo
(el derecho si prefieres que te gobiernen los malos),
Ni se te ocurra soltar allí un diminutivo,
de hecho lo mejor es que no hables
solo deja que tu aliento golpee sus paredes internas
como si estuvieras amurallando su alma contigo dentro.
Asegúrate (y esto es importante)
que los vellos de sus brazos
sueñen con que vuelve el verano.
Y el verano lo traigas tú
cuando sea necesario.
Túmbala boca abajo en la cama
y aunque esté quieta,
su cuerpo debe parecerte
un tren que se marcha sin ti,
observarla como se observan las estrellas fugaces,
o los helados de coco a través de una cristalera.
Humedece la punta de tu lengua
y déjala resbalar desde el principio del cuello
hasta el final de la columna.
Que le hagas pensar en lo hermosa que puede ser la lluvia
si tú eres el culpable.
Repite el mismo acto hasta que sus piernas
se abran ligeramente dibujando sobre el colchón
un triángulo perfecto,
que parezca que está amaneciendo en el espacio que sobra
entre tu boca y su coño.
Arráncale las bragas es necesario
que note cuánta hambre te despierta
ahora lo sutil es de cobardes.
Y lame desde el culo hasta sus labios,
con labios imagino que me entiendes
si no es así olvida lo que he escrito.
Y vuelve a empezar desde el principio
desde el cuello hasta la orilla de sus piernas
y si sube la marea grita su nombre,
aún es demasiado pronto para los naufragios.
Lo justo es que sea ella quien se gire
y abra más sus piernas todavía,
lo lógico es que acabes de rodillas
que ella sea la dueña de tu aire
y tú el capitán de sus gemidos.
También puedes jugar con su deseo,
dejar la playa húmeda y vacía,
bajar a los tobillos de repente,
lamerle por detrás de las rodillas,
morder con suavidad en los gemelos,
hacer como que subes pero bajas
girar a la derecha de su pubis
(la izquierda si prefieres que te gobierne la duda)
coger la recta amplia de su ombligo,
subir por la avenida de su vientre,
dejar en sus pezones tu saliva,
buscar en sus axilas un tesoro,
dar vueltas y vueltas
como un turista que se pierde
hasta que sean sus manos las que griten
el verdadero camino.
Es cierto que corres el riesgo de morir por asfixia
pero tampoco se me ocurre ahora mismo
una muerte más dulce.
Si aún respiras, que eso espero,
deja que sea ella la que imponga el idioma,
que su garganta te muestre cuanto amor le cabe dentro,
que sus ojos te cuenten lo que hace con la lengua
y su saliva presuma del sabor de la victoria.
Y nunca jamás digas te quiero
cuando el amor es un acto
no necesita palabras.
Ya carece de importancia la postura,
que si arriba, que si abajo, que si en pompa,
verticales imposibles o acrobacias,
que si en peso o en el suelo como perros.
Lo importante es ser injusto con el mundo,
esa amnesia que sucede con los besos,
que te olvides de la guerra en Palestina,
de las bombas en Irak, de la pobreza,
lo importante es que no exista el telediario,
que su boca te parezca el fin del mundo
y su lengua el comienzo de otra vida.
Lo importante es que no sepas de nostalgia,
ni de listas de la compra o de recibos,
que no haya más vecinos que sus tetas,
que futuro solo sea una promesa
y promesa una mentira innecesaria.
Lo esencial en el amor es que se ría
y si hablo de reír hablo de orgasmo.
Que si ahora más profundo y hasta el fondo,
que si deja de mirar como una puta,
que si cállate cabrón y no te corras,
que si no puedo aguantar si tú me miras,
que si te voy a escribir mi nombre dentro
que no se olviden de mí ni tus ovarios.
El abrazo del final y los suspiros
el no te salgas de mi cuerpo todavía
la eternidad anclada en otro beso
el no saber si has estado follando
o acabas de volver del paraíso.
Y así toda la vida más o menos.
Ernesto Pérez Vallejo, Instrucciones para salvar el amor