“But Paris was a very old city and we were young and nothing was simple there, not even poverty, nor sudden money, nor the moonlight, nor right and wrong nor the breathing of someone who lay beside you in the moonlight.”

E. Hemingway.
"París era una fiesta"


Tuesday, 24 October 2017

Y así toda la vida, más o menos



Acércate lo suficiente para que la necesidad se multiplique
pero no tanto como para empezar a restarle al deseo.
El amor no solo debe de estar en los cuerpos
también en el espacio que los separa.


Que el aire que respiras te sepa ella,
de un modo tan profundo
que tengas la sensación de estar besándola
pero sin el beso.


Lo primero es quitarle la camisa
pero no con la violencia con la que se abre un regalo
suave, como si algo pudiera explotar allí dentro.
Luego le tocaría  al sujetador
y el click debe sonar como un acorde
que el sonido te recuerde al comienzo
de su canción favorita.

Intuyo que debe ser muy difícil
ignorar su espalda desnuda
pero haz un esfuerzo.


Lo siguiente es recogerle el cabello
hasta que su nuca parezca un espejo.
(Si ya lo tiene corto es un paso que te ahorras
y yo lo envidio)
Suspira cerca de su cuello,
esto no hace falta que lo memorices
en estos apartados confío ciegamente en la inercia.


Acto seguido, también por inercia,
visita su oído izquierdo
(el derecho si prefieres que te gobiernen los malos),
Ni se te ocurra soltar allí un diminutivo,
 de hecho lo mejor es que no hables
solo deja que tu aliento golpee sus paredes internas
como si estuvieras amurallando su alma contigo dentro.


Asegúrate (y esto es importante)
que los vellos de sus brazos
sueñen con que vuelve el verano.
Y el verano lo traigas tú
cuando sea necesario.


Túmbala boca abajo en la cama
y aunque esté quieta,
su cuerpo debe parecerte
un tren que se marcha sin ti,
observarla como se observan las estrellas fugaces,
o los helados de coco a través de una cristalera.


Humedece la punta de tu lengua
y déjala resbalar desde el principio del cuello
hasta el final de la columna.
Que le hagas pensar en lo hermosa que puede ser la lluvia
si tú eres el culpable.


Repite el mismo acto hasta que sus piernas
se abran ligeramente dibujando sobre el colchón
un triángulo perfecto,
que parezca que está amaneciendo en el espacio que sobra
entre tu boca  y su coño.


Arráncale las bragas es necesario
que note cuánta hambre te despierta
ahora lo sutil es de cobardes.
Y lame desde el culo hasta sus labios,
con labios imagino que me entiendes
si no es así olvida lo que he escrito.


Y vuelve a empezar desde el principio
desde el cuello hasta la orilla de sus piernas
y si sube la marea grita su nombre,
aún es demasiado pronto para los naufragios.


Lo justo es que sea ella quien se gire
y abra más sus piernas todavía,
lo lógico es que acabes de rodillas
que ella sea la dueña de tu aire
y tú el capitán de sus gemidos.


También puedes jugar con su deseo,
dejar la playa húmeda y vacía,
bajar a los tobillos de repente,
lamerle por detrás de las rodillas,
morder con suavidad en los gemelos,
hacer como que subes pero bajas
girar a la derecha de su pubis
(la izquierda si prefieres que te gobierne la duda)
coger la recta amplia de su ombligo,
subir por la avenida de su vientre,
dejar en sus pezones tu saliva,
buscar en sus axilas un tesoro,
dar vueltas y vueltas
como un turista que se pierde
hasta que sean sus manos las que griten
el verdadero camino.


Es cierto que corres el riesgo de morir por asfixia
pero tampoco se me ocurre ahora mismo
una muerte más dulce.


Si aún respiras, que eso espero,
deja que sea ella la que imponga el idioma,
que su garganta te muestre cuanto amor le cabe dentro,
que sus ojos te cuenten lo que hace con la lengua
y su saliva presuma del sabor de la victoria.


Y nunca jamás digas te quiero
cuando el amor es un acto
no necesita palabras.


Ya carece de importancia la postura,
que si arriba, que si abajo, que si en pompa,
verticales imposibles o acrobacias,
que si en peso o en el suelo como perros.


Lo importante es ser injusto con el mundo,
esa amnesia que sucede con los besos,
que te olvides de la guerra en Palestina,
de las bombas en Irak, de la pobreza,
lo importante es que no exista el telediario,
que su boca te parezca el fin del mundo
y su lengua el comienzo de otra vida.


Lo importante es que no sepas de nostalgia,
ni de listas de la compra o de recibos,
que no haya más vecinos que sus tetas,
que futuro solo sea una promesa
y promesa una mentira innecesaria.

Lo esencial en el amor es que se ría
y si hablo de reír hablo de orgasmo.


Que si ahora más profundo y hasta el fondo,
que si deja de mirar como una puta,
que si cállate cabrón y no te corras,
que si no puedo aguantar si tú me miras,
que si te voy a escribir mi nombre dentro
que no se olviden de mí ni tus ovarios.

 

El abrazo del final  y los suspiros
el no te salgas de mi cuerpo todavía
la eternidad anclada en otro beso
el no saber si has estado follando
o acabas de volver del paraíso.


Y así toda la vida más o menos. 


Ernesto Pérez Vallejo, Instrucciones para salvar el amor

Monday, 23 October 2017

Everybody must get stoned

Ayer he visto que alguien aprovechaba una nueva biografía de Ernest Hemingway para revindicar un artículo propio llamado "El Insomnio de Hemin Gay" -alquien debería restringirle la creatividad a el autor, ¿verdad?; tanto ingenio podría lastimar el ego de los dioses- en el cual se toca -se manosea, se recontraaprieta en un callejón- el tema de la supuesta homosexualidad de mi amor, disfrazada de valentía, que sería lo que lo habría llevado al suicidio. (No su precaria salud después de dos accidentes aéreos; no su disposición para la autodestrucción, que conocía todo el mundo; no la severa depresión por la que fue hospitalizado en la clínica Mayo y tratado con electro shocks; no, la pajarería. Lo mató no poder revolotear a gusto en París, con las palomas de las Tullerías.)

No voy ni a intentar buscarle la quinta pata al gato de las intenciones detrás de estos escribidores porque me parece clara como un puñetazo: corren los tiempos en que un piropo en la calle es asalto sexual; si un hombre abre la puerta del auto u ofrece pagar la cuenta de una mujer no es por cortesía, sino por misoginia; el pelo en el pecho es una muestra clara de que son seres humanos de tercera: todo el mundo sabe que lo lógico y políticamente correcto es circular por lo bajito, liso como una salamandra y enarbolando algún párrafo de Simone de Beauvoir aunque no se le entienda, como un buen princeso.

Lo que sí me gustaría saber es dónde se quedó aquella gracia con la que los homosexuales de antes se definían, aquella con la que se comían al mundo a bocados. Me pregunto qué pensaría Oscar Wilde de esta tendencia a movilizar las masas en aras de una conducta sexual única, de esta cacería de brujas que ya no sabe distinguir entre derechos y libertades.

Y pensando esto he recordado al negrito Tuta, marica a dos manos, a quien vi un día sentado en el quicio de su puerta, batiendo palmas como un bendito y cantando a todo pulmón: "Tuta, qué lindo es Tuta; ¡quien lo defiende lo quiere más!" para el cuerpo de bomberos en pleno, situado justo en frente; no se sabía quién se divertía mejor.

Necesitamos un ejército de Tutas, con p, que manden a sus hijos de vuelta al colegio de la vida y enderecen el mundo.


Friday, 20 October 2017

Y si sonreía él le daba la luna

Yo te conozco de antes
desde antes del ayer
yo te conozco de antes
cuando me fui
no me alejé

llevo la voz cantante
llevo la luz del ayer
llevo un destino errante 
llevo tus marcas en mi piel...

Hay cosas que uno puede creer sólo si las canta Fito.



Friday, 13 October 2017

Festín para un cuervo


Quiero que me acaricies, beses, lamas, pellizques, comas cada una de mis partes, de mis recovecos, mis filigranas y emociones. Quiero que absorbas cada gota de mi piel, que me mastiques órgano por órgano, deleites con mi sangre y chupes mis huesos. Prometo sazonarme y endulzarme a partes iguales. Te garantizo que gritaré de placer de modo que  el dolor no agríe tu banquete. Pero cuando alcances mis ojos, quiero que te detengas antes de engullirlos, te mires desde ellos a una distancia prudente; tendrás que saber que en principio no te reconocerás, te creerás otro. Estoy dispuesta a entregarte mi cuerpo como una presa fresca e incluso a sacrificar mi mirada, sólo para que alguna vez pases por la miserable experiencia de verte.

Helga Fernández

Thursday, 12 October 2017

De los perros y los hilos rojos

"Las madrugadas no cuentan." ha dicho Mariana. "Las madrugadas son un puente entre dos mundos, y debajo corren las aguas del Lete. Lo que te prometan, juren, amen, de madrugada, e incluso lo que prometas, jures y ames tú, es más sueño que realidad. No cuenta."

La lluvia ha estado plenamente de acuerdo; también las polillas a punto de incinerarse en la luna falsa de las farolas. El mar, al fondo, ha oleado:"Es así, mi niña". He de creerlo.




Saturday, 7 October 2017

Miles de buitres callados

Uno de los recuerdos más vivos de mi infancia es escuchar a mi padre hablar de la guerra en el Escambray, y específicamente de Alberto Delgado, el hombre de Maisinicú. Contaba la anécdota de su muerte a manos de Cheíto León y sus hombres, tal como se la había contado a él alguien que la presenció, con todos sus detalles horribles. Me veo a mi misma, tapándome los oídos a ver si aquel terrible: "¡Ahora tú, pínchalo!" se desvanecía, se iba por alguna rendija sin tocarme. Nunca lo logré.

Con Hemingway supe de las violaciones de los falangistas, de los fusilamientos al amanecer, de las fosas comunes -Lorca en el barranco. Y de los asesinatos de los republicanos, de su Paracuellos, de sus curas colgados. Con Curzio Malaparte llegaron los judíos clavados vivos a los árboles del bosque, con sus lamentos que parecían pájaros, y los perros mudos con sus lenguas cortadas. Jorge Amado puso en boca del negro Fagundes las torturas a cuchillo en el sertón. Svetlana Aleksijevitsj me llenó la cabeza de tanques nazis persiguiendo y alcanzando bandadas de niños. También Svetlana, los campos de concentración stalinistas en la Siberia.

Ha sido un malestar autoinfligido, sí, pero también necesario. Taparme los oídos no funcionó de niña, y tampoco desde entonces, porque el horror está ahí, y no desaparece cerrando los ojos. Y me he dejado el corazón y las tripas en cada lectura, y he puesto a un lado muchas veces un libro para llorar de rabia y de pena, pero de todo ello he sacado siempre la misma conclusión: la violencia no conoce de izquierdas ni derechas, su naturaleza depende enteramente de quién la inflige y quién la sufre. El Ché Gevara hablaba de los fusilamientos en La Cabaña como ajusticiamientos. "¿Había orden de asesinar al Ché?", le han preguntado a Gary Prado, oficial a cargo de la patrulla que le capturó. "De ejecutarlo, sí." ha respondido él.

Un golpe no tiene esquinas, no tiene atenuantes, ni puntos suspensivos; un balazo no tiene peros, no tiene convicciones, no tiene moral. No para mí, porque para mí una persona capaz de justificar que una manifestación de estudiantes se disuelva a palos, de raciocinar la sangre brotando de una cabeza con un "nadie les manda a estar ahí" es capaz también de buscarle una arista de lógica a los cuerpos cayendo vivos al mar desde un avión militar. Se puede estar a favor o en contra de una idea, de una palabra, de una acción: no se puede estar a favor de que esa idea y esa palabra y esa acción se silencien mediante la fuerza bruta. Así de simple, como el mar es simple.

Y lo digo a título personal, como digo todo siempre, sin evangelizar porque cada cual va por la vida como cree que debe, pero con todas sus letras, como siempre también. Yo no sé hacer el amor con el pelo corto, ni caminar descalza, ni tirar una costura derecha; tampoco sé hablar, y menos escribir, de otra manera que no sea desde las vísceras.

 Hace unos días alguien me dijo que, leyéndome, se sentía como cuando descubrió que los juguetes no los traía el Niños Dios sino el papá. Supongo que no será el único que lo sienta así; en ese caso, han ustedes de apretarse el cinto y los tapujos, queridos, o leerme desde el borde de la sábana. Eso también vale.