Pero no sólo mejores amigos: también los mejores amantes, bailadores, hijos, cocineros, cantantes, patriotas, religiosos y alquimistas. No hay gente buena en el mundo que un cubano no supere, ni cosa bien hecha que un cubano no pueda hacer mejor. Miren si no lo ricamente que vive aquella isla de Juana, amada y mimada por sus nobilísimos hijos: allí echó Dios la semilla del bien y le puso abono ecológico a puñados.
¿No son verdad, mi vida?
De este chauvinismo desbordante, esa pobreza de mente y alma, esa arrogancia casi infantil —¡mi papá es más bonito que el tuyo!— podríamos culpar a Hatuey, a Pepe Antonio o a Marieta, pero la verdad sigue siendo una: salen del ghetto pero el ghetto no sale de ellos. Y eso es muy, muy triste.
Es viernes, sin embargo, y yo tengo una cita para un cafecito con mi mejor amiga, que es polaca: la muchacha más alegre y leal del mundo, aunque no abra mi refrigerador sin anunciarlo. Pobre yo, supongo.
No comments:
Post a Comment
¡Habla, pueblo de Aura!