"¿Cuánto me das, marinero, por que te saque del agua?"- solía cantar mi abuelito, parado frente al corral en que me ponían a jugar mis horas solitarias de bebé, y yo le tendía los brazos, y le pagaba en besos el centavo, y él era feliz.
Para cuando la brisa de verano sopla frío, son estas mantas.
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¡Habla, pueblo de Aura!