Una amiga me ha preguntado hoy si el Jachero existe realmente, o si es un personaje inventado.
El Jachero existe, si, y además de ser vecino de mi Nana fue conmigo a la escuela primaria, a pesar de sacarme unos años.
Era uno de aquellos niños que le tocaban a mi querida Elisa como en un sorteo de cerebros, pero a la inversa: repetían el primer grado hasta que le llegaba el turno a ella de recomenzar el ciclo como maestra de primero a cuarto, y se los soltaban, ya con bigotes. Uno de esos que ella toleraba con toda la ternura que cabía en su pecho de paloma, hasta que alguna barrabasada le alborotaba el genio y la hacía soltar su grito de guerra: "¡Ven acá, demonio, que te voy a cocotear!"
De niño quiso ser Juan Quinquín, pero su pellejo negro no iba con los ojos azules de Julito Martínez, así que el vecindario lo condenó a ser su compinche, El Hachero, y así se quedó.
Lo último que supe de él, hasta hoy, es que lo habían despojado de su virginidad con toda maestría; tanto, que lo comparó con el congrís de su madre, que era lo que más le gustaba en el mundo. Ahora me cuentan que es padre de una nena, lo cual demuestra que no se equivocaba, y de paso confirma el mantra de otro personaje local: loco sí, bobo no.
Hurra por él.