Las revoluciones las comienzan los soñadores y las terminan los pillos. Muestra de ello es Carlos Puebla, tan amigo de mi abuelo que fue él quien enseñó los secretos de la guitarra a mi tía Teté; comensal infalible para los arroces con pollo dominicales de mi abuela; buen compañero de dominó y patica, quien se vanagloriaba de no haber trabajado jamás para gobierno alguno.
"Yo no permito que me exploten", decía entre cuerda y cuerda. En cambio, la que sí había permitido que la explotaran, exprimieran y oprimieran era su buena esposa, Rosaura, que se rompía el lomo y los ojos cosiendo para la calle de seis a seis; de sus manos comía la familia.
Hoy Carlos Puebla es "el cantor de de la revolución", y tiene estatua y banco propio en el parque mayor del pueblo -banco donde se sienta solito porque en Cuba si tienes estatua es que eres santo y sólo pueden cagarse en ti los gorriones o las gaviotas, dependiendo de cuán cerca del mar esté la tonsura- y sus canciones dan la hora en el reloj del ayuntamiento. Su buen olfato le indicó el momento exacto para subirse al carromato heroico y sacarle provecho a su mayor talento: vivir del figura'o.
Y no es pecado eso, Carlos, así como no es mala la música asnal. Que le pregunten, si no, a alguno de esos borrachitos que te cuenta las putas de su vida cualquier sábado en la madrugada, cuando nadie vigila tu integridad de bohemio disfrazado de piedra, ni recuerda que hay leones amarillos en la ciudad.
“But Paris was a very old city and we were young and nothing was simple there, not even poverty, nor sudden money, nor the moonlight, nor right and wrong nor the breathing of someone who lay beside you in the moonlight.”
E. Hemingway.
E. Hemingway.
"París era una fiesta"
Friday, 24 March 2017
Tuesday, 21 March 2017
Needs
Es necesario,
en estos duros días de mansiones e indigentes,
morar en sí mismo.
Caminar en la oscuridad,
limpiar en hollín de la lámpara
para que los que van a oscuras
puedan guiarse por la luz
de tus ojos habitados.
Hans Børli
en estos duros días de mansiones e indigentes,
morar en sí mismo.
Caminar en la oscuridad,
limpiar en hollín de la lámpara
para que los que van a oscuras
puedan guiarse por la luz
de tus ojos habitados.
Hans Børli
Friday, 10 March 2017
Como un libro salvado del mar
No mirar a los mapas,
seguir en mi mismo
No andar ciertas calles,
olvidar que fue mío una vez cierto libro
O hacer la canción
Y decirte que todo esta igual
la ciudad, los amigos y el mar
esperando por ti, esperando por ti...
Ayer hablaba con una amiga de esta canción de Silvio, que ella no conocía y que yo llevo prendida con alfileres en la melena, porque me recuerda siempre aquellos tiempos mejores en que Silvio no estaba a la venta ni yo tenía lazos blancos en la piel y todo era más sangriento y más fácil o más limpio y más difícil, según el mar, y porque es de esas que puedo cantar sin que nadie me insista toda la noche, si me ofrecen una guitarra.
seguir en mi mismo
No andar ciertas calles,
olvidar que fue mío una vez cierto libro
O hacer la canción
Y decirte que todo esta igual
la ciudad, los amigos y el mar
esperando por ti, esperando por ti...
Ayer hablaba con una amiga de esta canción de Silvio, que ella no conocía y que yo llevo prendida con alfileres en la melena, porque me recuerda siempre aquellos tiempos mejores en que Silvio no estaba a la venta ni yo tenía lazos blancos en la piel y todo era más sangriento y más fácil o más limpio y más difícil, según el mar, y porque es de esas que puedo cantar sin que nadie me insista toda la noche, si me ofrecen una guitarra.
Friday, 3 March 2017
Thursday, 2 March 2017
Woman, oh woman, don't treat me so mean
He despertado sobresaltada, y he pensado primero en los gatos, y luego en la urracas del pino, y más tarde en el perro del vecino, que adolece de los nervios, pero he reconocido su voz, afilada por la rabia, gritando cada vez más alto frases que comenzaban invariablemente con "yo".
La conozco bien. Sé que su feminismo acérrimo no conoce paliativos, y que está tan convencida siempre de que lleva razón que ni siquiera se plantea las esquinas. Sé que no se echa a llorar como yo, después de cinco minutos de discusión; que no carga luego con las culpas propias y ajenas, como yo; que no se avergüenza como yo, hasta el hueso, de cualquier palabra dura que haya pronunciado aunque fuera necesario; que no hace actos de contrición, ni vuelve a amar, como yo.
Y aún así, mientras la escucho hacer astillas la calma húmeda de las cuatro de la madrugada de un jueves que aún huele a cenizas, prefiero mi fragilidad; de un puño cerrado no comen los pájaros.
"No me grites, que no hay por eso más razón en lo que dices", cantaba alguien allá por los ochenta, en otra vida. Quiero creerlo.
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