Cada año llego con el mismo propósito: escribir. Aprovechar el tiempo y la paz y el mar, y escribir. Y sin embargo, en los últimos siete días no he escrito un solo párrafo. He cortado la hierba. He recogido flores a la vera del camino. He recibido amigos. He bebido vino. He bajado al mar una y otra vez. He recordado mucho a mi amado y buen león. He pintado una silla. He leído dos libros. He servido café en tazas centenarias. He preparado tostadas con mermelada hecha por mí. He vestido camas con sábanas de hilo. He visto águilas pasar, y salmones saltar. He extrañado la luna. Pero no he escrito. Y no pasa nada, porque así sea; la vida es larga aún. Y se está tan bien acá arriba, en Michigan...
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¡Habla, pueblo de Aura!