Llegar a casa cansada, meterse en el baño, prender velas e incienso, servir una copa de vino, echar sales verdes con olor a nostalgia en el agua y escuchar a Enya llenarlo todo mientras afuera cae una llovizna helada de otoño tardío es un milagro siempre, cada vez.
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¡Habla, pueblo de Aura!