Yo amo a Frida Kahlo. En su patio de terracota y verde, entre monos y girasoles; en su cama de dolores multicolor; en sus vestidos de loca; en sus cejas haciendo puente para la pasión; en su destartalada dignidad de paloma me encuentro, cada vez vez que me busco. Por eso no me gustó esta película; Frida se merecía un film por cada par de ojos que vieran sus cuadros y leyeran sus cartas al elefante que no la supo querer. En cambio, las canciones se me quedaron bajo la piel, por aquello de la ley de las compensasiones, que no existe.
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¡Habla, pueblo de Aura!