Lo más rico no es que la película salga de la mano derecha y roja de mi amado Nicolasito, ni que el protagonista sea Viggo Mortensen, que se sienta a la derecha roja de mi retorcidito corazón. Lo más rico es que una buena amiga haya visto la noticia, y haya pensado en mí, y me lo haya contado -yo ya lo sabía, pero como si no, que de lo bueno se puede ser inocente-.
Eso me reafirma en la convicción de que el Espíritu Santo hace muecas sólo para hacerme sonreír.
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¡Habla, pueblo de Aura!