Algunos necesitan, para ser felices, un caldero rebosante de oro al final del arcoiris. A mí me basta con un vestido verde y una noche de Mayo olorosa a lilas, con las pelusas de diente de león sobre el pelo, con la sonrisa que aún me duele en la boca y con este hombre de pelo revuelto, barba salpimentada y ojos melancólicos que me suelta en maripositas doradas con su dicción perfecta y suave, su ironía risueña, su corazón y su solapa, sus anécdotas, su lengua de leer, hecha a mi medida, su modo tierno de contestar "You're very welcome", cuando le agradecí estos años de amor.
Tú eres mi caldero, Neil Gaiman, Morfeo, príncipe de los sueños y de las historias. Y eres el oro, y el arcoiris.
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