No sé para qué necesitaba la Parca, tan y tan temprano, a mi dulce Hombre de los Espejuelos Extraños. En cambio sé que su muerte transformó un domingo perfecto de lluvia y vino en un amasijo triste que aún ladra bajito, y que me va a doler largo que el sueño de verlo se enredara irrevocablemente en los gruesos cables de la realidad.
Duerme tranquilo, hechicero: el lado salvaje siempre tendrá sabor a cuento en tu voz.
:( Nos dejó un poco más solo el viejo Reed. bso desde la tristeza compartida.
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Queda la magia, que no olvida su cometido.
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