Hoy he visto por primera vez los animales que crea Katya Kuzunenko, y no me alcanzan los bolsillos para tanta ternura. Hay gente por ahí haciendo cosas tan bonitas, tan dulces, que por segundos es posible olvidar que al mismo tiempo existe tanto y tanto hijo de puta.
Y por último, este bicho. No, en serio, a mí me toca este bicho a la puerta y me voy con él.
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¡Habla, pueblo de Aura!