Recuerdo a mi tía, la mujer más bella, jovial y valiente que conozco, la que me enseñó la vida entre gatos y amantes, cantando ésto mientras fumaba sus cigarrillos con boquilla, como la Montiel.
También yo la canto, entre violetas nuevas y franela mimosa, porque para pasarse por el fundamento las pifias del corazón cualquier verónica vale. Dale, Mayo.
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¡Habla, pueblo de Aura!