El diario hay un soldado enmascarado, utilizando todo el peso de su obsceno cuerpo para inmovilizar a un niño; hay cadáveres pequeñitos, flotando en un mar de indiferencia; hay turbas tristes, mirando impotentes los trenes de la alegría, al otro lado de la cerca; hay políticos con cara de cerdo y alas de tiñosa esperando más desgracia, como quien espera Abril.
Fuera del diario, en cambio, hay esto. Y viéndolo me siento como mi calle, cuando el aguacero de las tres cae y rellena sus baches y arrastra la basura, y lo limpia todo con una fuerza efímera pero imposible de ignorar. Luego aparecerán los gorriones ahogados, pero esa será otra pena.
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¡Habla, pueblo de Aura!