Thursday, 9 May 2013

Un cielo grande y sin gente

Ayer se lo decía a mi suegra, que se apareció sin avisar a la hora de la siesta. De nada me valió camuflarme, la muy lagarta se plantó a mi lado y me miró fijo hasta que no me quedó más remedio que ponerme verde y enfrentar la fiera mientras Lisa preparaba unas mosquitas.

 "¿Has pensado lo del bautizo?" — me soltó la vieja, y yo le repetí que no porque, como ya sabía ella, el día sólo tiene diez horas de sol fuerte y a mí me harían falta veinte para todo lo que tengo que hacer. Además, cuando uno está fatal poco importa si ha dejado de atracarse o de fornicar con la mujer del vecino o de asolearse sobre el muro del patio, le toca y ya.

"Si mañana yo me muero, tráeme flores..." — le canté, y ella apretó los dientes, mascuyó "¡Payaso!", y se largó con los folleticos bajo la pata sin siquiera despedirse de la hija, pobrecita.

Cuba, Julio de 2012


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