Me pregunto si, de tanto leerlos, uno termina por parecerse a los personajes literarios que ama, y si esa es la razón por la que yo, además de cocinar berenjenas en todas sus formas, dejar crecer praderas de amapolas donde antes estuvo el recuerdo de alguien y rebañar pedazos de pan en la salsa de imaginarios guisos de conejos, pienso que estos días oscuros y húmedos de velas constantes son la definición del buen tiempo.
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¡Habla, pueblo de Aura!