Y le he hablado a ella de la maleta de madera, cubierta con fotos recortadas de las revistas, y del collarín que me regaló mi tía Teresa, sabedora de que lo adoraba, y de la pared de mi cuarto -la mitad que me tocaba- llena de afiches, y de la burla de mi papá, que decía que parecía retrasado mental, y de una tarde de lluvia que recuerdo como si fuera la de ayer, echada en mi camita, escuchándolo, segurísima de que jamás se me pasaría el amor.
Y ha sido gracioso, volver a mis catorce años a través de los suyos.
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